Ingenieros japoneses que luchaban el domingo por poner fin a la peor crisis nuclear en el mundo desde Chernóbil intentaban sellar una grieta que ha estado filtrando material radiactivo al mar desde un reactor dañado.
El drama del complejo de Fukushima Daiichi de seis reactores ya ingresó a su cuarta semana, atemorizando a la industria atómica mundial y aumentando el sufrimiento de Japón tras un terremoto y tsunami que dejaron unas 27.500 personas muertas o desaparecidas.
La radiación se ha filtrado al océano, a los alimentos, el agua potable y el aire. Ingenieros se esfuerzan por enfriar las varillas de combustible nuclear sobrecalentadas y recuperar el control de los reactores dañados.
Expertos dicen que más allá del desastre natural, existe un riesgo mínimo para la salud humana en lugares remotos de Japón o en el extranjero.
Pero el país está a meses de trabajos para controlar la planta, seguidos por años de limpieza y contención en la peor crisis nuclear desatada desde Chernóbil en 1986.
"La principal preocupación del pueblo japonés es cuándo se detendrá la filtración de sustancias radiactivas", dijo Goshi Hosono, un legislador del partido gobernante y asesor del primer ministro Naoto Kan.
Durante el fin de semana el operador de la planta, Tokyo Electric Power Co (TEPCO), halló una grieta en un pozo de concreto en su reactor número 2 en el complejo Fukushima Daiichi, la que generaba lecturas de 1.000 milisieverts de radiación por hora en el aire al interior.
La filtraciones no pararon después de que se virtió concreto en el pozo y TEPCO recurrirá a polímeros que absorban agua para evitar que salga más contaminación.
La grieta pudo haber sido la fuente de la filtración que ha estado enviando la radiación en el agua del mar a niveles 4.000 veces fuera del límite legal.
Para enfriar el dañado reactor número 2, los ingenieros están estudiando alternativas para bombear agua, incluido un improvisado sistema de aire acondicionado, rociar las barras de combustible del reactor con agua vaporizada o utilizar el sistema de limpieza de la planta.
"No debemos bajar la guardia dado que la situación en la planta nuclear es impredecible", dijo el secretario jefe de gabinete, Yukio Edano, quien ha sido la principal cara del gobierno desde el desastre del 11 de marzo.
Bajo una enorme presión por su manejo de la crisis y las condiciones previas de seguridad, TEPCO confirmó el domingo que dos de sus empleados desaparecidos desde el 11 de marzo fueron encontrados muertos en el sótano, y dijo que posiblemente fallecieron por el tsunami.
Periodistas atosigaron a los funcionarios con preguntas sobre por qué los cuerpos de los hombres de 21 y 24 años no fueron hallados antes y cómo murieron, mientras que otros sobrevivieron.
La mayor empresa de servicios eléctricos de Japón, las acciones de TEPCO han caído un 80 por ciento desde el inicio de la tragedia y su presidente ejecutivo está en un hospital.
Varios cientos de japoneses protestaron el domingo contra la planta nuclear ante las oficinas de la compañía en Tokio.
Los daños por el terremoto de magnitud 9,0 y el tsunami que le siguió minutos después en la costa noreste de Japón podrían llegar hasta 300.000 millones de dólares, el desastre natural más costoso del mundo.
Kan recorrió el sábado las aldeas litorales devastadas en el norte de Japón, ofreciendo a los refugiados el apoyo del Gobierno para reconstruir sus casas y recuperar su estilo de vida.
Agricultores de las áreas rurales que rodean a la planta nuclear temen que los consumidores en Japón rechazarán sus cosechas, dado su origen en las provincias de Fukushima.
"No hay manera de que vayamos a poder vender algo", dijo el agricultor de 73 años Akio Abiko. "La gente en Tokio es demasiado sensible ante esta clase de cosas", declaró.
Algunos productores agrícolas descontentos viajaron a Tokio desde Fukushima durante el fin de semana y usaron contadores Geiger para probar a la gente que sus productos son seguros.
Aunque han pasado más de tres semanas desde el terremoto, alrededor de 164.000 personas todavía permanecen en centros de evacuación. Las historias desgarradoras de sobrevivientes aún emergen para relatar la llegada del tsunami.
La funcionaria pública Tatako Suzuki, de 40 años, apenas escapó cuando el agua se elevó hasta quedar a unos cuantos centímetros del techo de un centro de evacuación donde se había refugiado.
"Yo pensaba que estaba acabada, pero afortunadamente el agua dejó de subir y comenzó a retroceder", relató.
Suzuki pasó la noche sumergida en el agua junto a otros 11 sobrevivientes, con cadáveres flotando alrededor de ellos.
Miles de soldados japoneses y estadounidenses han estado buscando cuerpos usando decenas de barcos y helicópteros para peinar terrenos que aún están bajo el agua en la costa noreste.
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